Mí Perspectiva entre Líneas
Por Marfred Ángel
El asesinato de Alejandro Arcos Catalán, presidente municipal de Chilpancingo de los Bravo, realmente ¿ha generado una profunda conmoción en Guerrero y en el país? o ¿es un asesinato más que se suma a los que cada día se perpetran en México?. Alejandro Arcos, apenas iniciaba con su gobierno pues asumió su cargo constitucional seis días antes de su cruel homicidio, un crimen que no solo evidencia el alto grado de violencia en la región, sino también, fue un claro mensaje de poder que muestra la fragilidad del estado frente al crimen organizado. Este acto, que puede considerarse de barbarie, se suma a una alarmante lista de alcaldes, autoridades y funcionarios locales asesinados en los últimos años.
Arcos, con 43 años de edad, llegó a la presidencia municipal con una promesa de renovación y desarrollo para el municipio de Chilpancingo. Su trayectoria política fue fundamental para que lograra el triunfo en las urnas el pasado 2 de junio, hizo labor política desde varios cargos públicos previos, lo que lo posicionó como una figura joven y generó expectativas, en gran parte de la sociedad Chilpancinguense, de atender la actual problematica de la capital de Guerrero. Sus deseos y aspiraciones le fueron arrancados junto con la vida el pasado domingo 6 de octubre.
¿Qué sucedió realmente?, tal vez nunca lo sabremos, nos quedaremos con la versión oficial que se informe, después de las pesquisas que puedan durar unos meses o tal vez años, en el peor de los casos puede quedar sin esclarecerse como miles de asesinatos se encuentran actualmente en el país.
El funeral de Arcos Catalán fue un momento emotivo, en donde parte de la población de Chilpancingo salió a las calles para despedirlo. Con un clamor de “justicia”, familiares, amigos y ciudadanos exigieron que su asesinato no quede impune. El cortejo fúnebre fue una mezcla de dolor e indignación, incluso hubo abucheos hacia la ex presidenta municipal de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández Martínez, como reflejó del hartazgo, enojo y frustración de la comunidad.
El asesinato de presidentes municipales no es un fenómeno nuevo en México, pero ha tomado dimensiones alarmantes en los últimos años. Desde el primero de diciembre de 2018, más de 60 representantes populares han sido asesinados, entre alcaldes, síndicos y regidores. Este tipo de ataques son un golpe directo a la gobernabilidad y evidencian la fallas en las políticas de procuración de seguridad.
El asesinato de Alejandro Arcos Catalán destaca la creciente ola de inseguridad en Guerrero y plantea serias preguntas sobre la efectividad de las estrategias de seguridad implementadas. Por este atroz crimen hay una viuda más, otra familia enlutada y una pequeña parte de la ciudadanía exige respuestas y, sobre todo, justicia, principalmente los familiares y amigos de quienes han perdido a un ser querido presuntamente a manos del crimen organizado; mientras tanto, la mayoría de la población continúa absorta en su propia problemática, indolente e inclusive indiferente a este tipo de sucesos que están socavando a un Guerrero que de momentos parece caerse a pedazos.
Alejandro Arcos Catalán, no quedó en la historia como un buen o mal presidente municipal, ha quedado como una víctima más de la violencia que asola a Guerrero y México. Descanse en paz.