Mi Perspectiva entre Líneas
Marfred Ángel
El Día de Muertos es una de las tradiciones más vibrantes e importantes de México, es una celebración que conjuga respeto, culto y una alegría singular ante el misterio de la muerte. Sus orígenes se pierden en las raíces de las civilizaciones prehispánicas, mas la festividad se ha ido transformado a través de los siglos hasta convertirse en una expresión cultural única, reconocida en 2008 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
El origen de esta tradición se remonta a las culturas mexica, purépecha y totonaca, entre otras, donde la muerte no significaba el final, sino un tránsito a un mundo distinto. Para estas culturas, los muertos continuaban vivos en un sentido espiritual y mantenían una relación constante con los vivos. En el periodo colonial, la celebración se mezcló con las festividades católicas de Todos Santos y el Día de los Fieles Difuntos, dando lugar a un sincretismo fascinante que permitió la continuidad de los rituales y creencias de nuestras culturas ancestrales.
Hoy, el Día de Muertos tiene un profundo significado para los mexicanos, ya que representa el lazo entre el pasado y el presente, el ciclo eterno de la vida y la muerte, y una manera de mantener vivos en la memoria a los seres queridos. Este día, los mexicanos no lloran a sus muertos; los festejan, los llaman y esperan con amor su llegada en un encuentro que se repite año con año. Para sus muertos las familias elaboran altares con ofrendas que contienen las comidas y bebidas favoritas de sus seres amados, decorados con flores de cempasúchil, terciopelo, cañas, pan de muerto, velas, incienso, copal y el tradicional papel picado, que simboliza el viento y la fragilidad de la vida. Estas ofrendas son puentes hacia el más allá, un llamado a las almas para que regresen y compartan, aunque sea por un momento, el calor del hogar.
Uno de los símbolos más reconocidos del Día de Muertos es sin duda “La Catrina”, creada por el caricaturista José Guadalupe Posada a principios del siglo XX. La figura de la Catrina es la imagen de una calavera vestida con atuendos elegantes y un singular sombrero, que se convirtió en una crítica social hacia quienes negaban sus raíces indígenas en favor de una supuesta sofisticación europea. En la actualidad, la Catrina es un ícono del Día de Muertos, una personificación que recuerda que, sin importar nuestra condición social, todos somos iguales ante la muerte y todos terminaremos en un panteón.
Esta tradición es, para las y los mexicanos, un orgullo nacional. En un mundo donde cada vez más culturas se van transformando por la influencia de la globalización, el Día de Muertos se ha mantenido como un baluarte de identidad, una resistencia cultural que reafirma quiénes somos y de dónde venimos. En cada altar y cada pan de muerto, en cada flor y cada vela encendida, resuena el eco de un México que honra a sus muertos y abraza la vida, celebrando el ciclo eterno de transformación.
El Día de Muertos no es solo una tradición; es un orgullo de identidad para México en el mundo que llena de satisfacción a las y los mexicanos, también es un legado que sobrevive en los corazones de quienes lo vivimos y lo entendemos, y en cada generación que lo hereda. Es, en definitiva, un patrimonio que palpita, una lección sobre el valor de recordar y celebrar. Así, México preserva su espíritu, su historia y su humanidad.
Queridos lectores, les deseos que tengan un emotivo Día de Muertos, con momentos de espiritualidad con sus seres amados que ya partieron y que en esta celebración regresan. Reflexionemos nuestro paso por el mundo terrenal y vivamos plenamente, porqué mañana estaremos vivos solo en el recuerdo de quienes nos aman y solo regresaremos en la festividad del Día de Muertos.